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–Mamá, ya estamos hartas de estar siempre aquí
escondidas. Queremos salir, ver mundo, jugar, ver el sol, la lluvia, el aire…
–Ay, hijitas, qué sabréis vosotras. El
mundo está lleno de peligros. Aquí tenemos casa, comida, agua; y cuando llega
el invierno no pasamos frío ni nos mojamos, como otras ratitas.
Allí, en un agujero en la pared de un
horno, vivían las tres ratitas, tranquilas y felices.
Una noche, mientras la mamá dormía, la hija
mayor llamó a su hermanita:
–Despierta, date prisa, antes de que mamá
nos oiga.
Salieron levantando lentamente las patitas,
para no hacer ruido, con un mendrugo de pan y un trocito de queso.
–Ya verás qué grande es el mundo, te va a
gustar. A veces he visto por la tele ferias, circos y muchos juguetes para los
niños.
–Pero cuando despierte mamá, nos echará de
menos…
–No te preocupes, le he dejado una nota: ‹‹Mamá,
nos vamos a ver mundo, pero volveremos››.
Las farolas estaban encendidas. Ellas iban
arrimadas a la pared para no ser descubiertas, cuando oyeron un fuerte estruendo
que las hizo saltar en el aire ”Rrrrrrrrbbbooom”
–¡Huy, qué ruido tan horroroso! ¿Será eso
un tanque, que lleva un cajón detrás? ¡Uuug, qué mal huele!
Siguieron las dos ratitas en busca de
mejores olores. Encontraron un parque con columpios y bancos para sentase.
–Menos mal, esto es otra cosa. Ves,
hermanita, qué bonito y qué bien huele.
– ¡Huy! Qué miedo, qué animalote más grande
y qué dientes tiene.
–No
te asustes, no es más que un perro y ladra porque tiene miedo. Lo traerán
siempre aquí, y creerá que este parque es suyo. Escondámonos por si acaso.
Quietecitas entre los matojos, esperaron a que
la dueña se llevase al animal y recogiese su “caca”.
–Y, ¿ahora qué pasa? ¿Qué es ese ruido? Hay,
hermanita, qué miedo tengo. Yo quiero
volver con mamá.
Ale, así se llamaba la ratita mayor, se paró
y, poniendo la patita delantera en el cuello de Abril, la pequeña, le explicó,
con una voz maternal:
–No seas miedica. Son las nubes que pasean
por el cielo, tropiezan unas con otras y se enfadan, como cuando nos enfadamos
nosotras.
De repente, empezó a llover. Las ratitas
echaron a correr asustadas y heladas, sin rumbo fijo.
–Tengo frío, Ale. ¿Dónde vamos a dormir?
–No te preocupes, encontraremos algún sitio
donde refugiarnos y pasar la noche. Mañana seguro que saldrá el sol. ¡Ya lo verás!
Empapadas, frías y juntas, como si fuesen
una sola, les invadió un profundo sueño.
Empezaba el sol a mirarse en la Albufera
cuando Ale se desperezaba; con su movimiento, Abril abrió los ojos.
–¿Dónde estamos, teta? ¡Huy! Es verdad,
creí que lo había soñado.
Estiró también sus patitas y rabito, y
exclamó:
–¡Qué hambre tengo! ¿Dónde vamos a comer?
–No te preocupes, ya encontraremos algo,
los humanos tiran mucha comida. ¿Te acuerdas del camión que olía tan mal? Casi
todo era comida.
El sol empezaba a calentar. Deambulaban sin
rumbo, sin víveres y con hambre, cuando vieron a unos niños sentados a la
puerta de un colegio. Las hermanitas abrieron unos ojos como platos y se
escondieron en el césped.
–Ves, lo que te decía, seguro que esos
niños se dejan algo. Mamá siempre dice que ‹‹los niños de ahora están muy
sobrados y no comen pan.›› ¿Qué comen? Parece una rueda de chocolate.
–Pero mamá no quiere que comamos mucho
dulce, dice que es malo para los dientes. ¿Esos niños no tienen mamá?
Los niños, sentados en el suelo, comían
pastelitos mientras manejaban entusiasmados artilugios con endemoniados juegos.
Uno de ellos se levantó haciendo una propuesta:
–¿Por qué no jugamos un rato al fútbol? El médico
le ha dicho a mi vieja que tengo que mover el culito, que tengo colesterol. Y
ella va y me apunta a inglés. ¡Inglés que aprenda ella! Y el culo que lo mueva
el médico.
–El psicólogo le dice a la mía que tengo
personalidad dispersable -comentó
uno mofletudo, mientras hablaba con la boca llena.
–¿Eso qué es?, no había oído nunca esa
palabra.
–Pues… no sé, será que me distraigo. Pero
con el plasta de maestro que nos ha tocao aprendemos más aquí, en la puerta,
con la play.
Las dos hermanitas los observaban
escondidas.
Todavía no habían desaparecido los niños,
cuando se lanzaron las ratitas a por las sobras.
–¡Huy, Qué mal sabe! Se me queda pegado a
la lengua. ¿Seguro que es bueno? Está asqueroso.
–No hagas ascos y come. Si lo comían los
niños… Además, de momento no tenemos nada mejor a la vista.
Con la tripita llena, fueron a buscar agua.
El murmullo de un arroyo les hizo echar a correr. Agarrándose fuerte con las
patitas se inclinaron para beber agua. No habían saciado su sed cuando…
–¿Qué es esto? ¡Suelta, bichejo, suelta mi
hociquito! Me haces daño, ¡suéltame!
Con fuertes movimientos de cabeza, la
ratita consiguió deshacerse del bicho. Con el hocico rojo y llorisqueando,
Abril le dijo a su hermana:
–Ale, yo quiero volver a casa, que nuestra
mami nos estará buscando, y se pondrá triste por no vernos. Estábamos tan
calentitas con nuestra mamá, que nos quiere tanto…
–Yo también tengo ganas de ver a mamá, pero
no recuerdo el camino de vuelta a casa. No sé si lo encontraremos.
–No os escondáis, no tengáis miedo, soy
herbívoro. ¿Qué pasa, os habéis perdido?
Le
contaron su aventura y lo arrepentidas que estaban. Siguieron el arroyo
buscando algún rastro conocido.
Mientras, su madre, preocupada, salía cada
noche esperando que volvieran sus hijitas y pusieran fin a su travesura.
–Corre, Abril, corre, que por ahí viene
nuestro peor enemigo. Vamos a escondernos, que si nos pilla…
–Pues… la verdad, no lo sé, pero nos
persiguen hasta sin hambre, por diversión, como los cazadores. Matan por matar,
por pasar el rato. ¡Calla, calla y escóndete, que no nos vea!
–Ya ha pasado el peligro, podéis salir. Pero,
¿qué hacéis por esta zona?, no os había visto nunca.
Las ratitas le explicaron donde las habían
llevado su aventura, sus ansias de libertad y de conocer mundo.
–¿Cuál es vuestro nombre?
–Ale y Abril –contestaron las hermanas.
–El mío es Lentu. Si pudiera os ayudaría,
pero conmigo encontraríais a vuestra mamá hecha una viejecita. Llegaréis antes
solas.
››Seguid este sendero; por aquí no encontraréis
peligros. Los gatos y perros deambulan por las calles y casas del pueblo.
Las ratitas siguieron su consejo, pero
estaban lejos de casa y se les volvía a despertar el apetito.
–Tengo hambre, teta. ¿Qué comeremos ahora?
–No te preocupes que algo encontraremos, ya
lo verás.
En un rincón encontraron una caja de madera
y, como eran muy curiosas, la rodearon olisqueando.
–“Nnnccc“. Huele bien, pero hay algo
pegajoso. Huy qué dulce y bueno está. Prueba, Abril, prueba. ¡Qué rico!
Abril metía la patita delantera por la ranura
de la caja hasta llegar con los deditos.
–¡Qué bueno está esto! ¿Qué será? Qué raro
que no lo hayan descubierto los niños.
Se relamían los hocicos y los dedos
pegajosos, cuando un rumor, seguido de fuertes pinchazos, les hizo echar a
correr.
Zuuuum,zuuuum,zuuuuum
–¡Nosotras no hemos hecho nada! ¡La caja
estaba ahí abandonada!
Ya refugiadas en unos matorrales…
–¡Cómo me duele todo, teta! Quítame los
pinchos, tengo el culo lleno.
–Yo
también. ¡Qué brutas son! Nos han puesto como el cojín de una modista.
Con
el susto en el cuerpo, siguieron el trayecto mirando hacia todos lados. Algo
las sobresaltó.
–¡Ale, un gato, escondámonos! Por ahí
viene.
–Calla, tonta, no ves las orejas largas. ¡Es
un conejo! Son inofensivos, lo sé. Los
que había en nuestra casa eran buenos amigos.
A lo mejor él nos puede ayudar a volver a
casa.
Cuando le contaron la aventura y le dieron
datos del horno, donde tenían la casa, el conejo, que las escuchaba atento,
respondió:
–¡Claro que conozco el horno! Tengo allí
unos amigos. Estáis muy cerca. Os acompañaré.
No
lo podía creer, casi tenía perdida la esperanza de volver a ver a sus hijitas.
Éstas corrían y saltaban hacia ella, gritando y llorando de felicidad.
–No volveremos a salir sin tu permiso, mamá
–le decía Ale, agarrándose a su tripita–. Te obedeceremos siempre, ngf,ngf, y cuidaremos de nuestra hermanita cuando
llegue –prometía Abril entre sollozos.
Abrazadas las tres, la mamá ratita dio las
gracias a la coneja, porque era coneja, por la ayuda, y a las ratitas les
prometió que todos los días saldrían al parque a jugar.
Y…
COLORÍN COLORADO, ESTE CUENTO SE HA ACABADO.
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